martes, 27 de julio de 2021

No confundamos la creencia con el conocimiento. Ley Educativa LOMCE (8/2013)

 

Isaac Newton: «Por qué todavía confundiis la fe con el conocimiento».

Ley educativa LOMCE (8/2013)

 


 

Josep Emili Arias

Gandía (Valencia), 10/Noviembre/2017

 

LA ANACRÓNICA BARBARIE DE PRETENDER CONFUNDIR LA FE Y LA CREENCIA CON EL CONOCIMIENTO. Ley educativa LOMCE (8/2013)

 

 


 «Yo, Isaac Newton, nacido el 4 de enero de 1643 (c. gregoriano), en Woolsthorpe (Inglaterra) ejercí la licenciatura de matemáticas, y fui un ferviente religioso arrianista (defensor de la deidad anti-Trinitaria) y estudioso de las Sagradas Escrituras (Biblia), admito ser uno de los últimos matemáticos y hombres de ciencia, que confundí la creencia religiosa como auténtico conocimiento crítico. Tanto es así que son muchos de los actuales estudiantes y amantes de la razón crítica, la historicidad y del método científico que desconocen que yo, en realidad, destiné mucho más tiempo y esfuerzo en elucubrar sobre entelequias teológicas que en mis propias aportaciones al conocimiento científico, como lo fueron el desarrollo de nuevas metodologías de cálculo matemático, los principios de la luz y la óptica, la mecánica de las leyes del movimiento y las leyes universales que rigen toda la física orbital de nuestro Sistema solar.

De hecho, si computamos la cuantía de todo lo qué escribí se revela que de un total de 3.600.000 palabras, sólo 1.000.000 las dediqué al conocimiento científico y al desarrollo de las matemáticas, mientras que 1.400.000 las dediqué a la pura teología, el resto pertenecieron a manuscritos de alquimia. Incluso tuve el atrevimiento de ejercer la videncia, elucubrando una profecía en la que el "Fin del Mundo" o Juicio Final nunca ocurriría antes del venidero y lejano año del 2060, basándome en un cabalístico descifrado del capítulo 7º del Libro de profeta Daniel (Antiguo Testamento). A los nacidos en el presente s. XXI -POR FAVOR- repudiad y olvidad esta profecía mía, fruto de la fanatización teológica y mi plena ausencia de espíritu crítico. Vuestro futuro está en vuestras manos, y para nada en elucubraciones cabalísticas bíblicas. 

Tanto me abdujo la teología bíblica que relegué la publicación de mi concluyente formulación matemática donde conseguí resolver el problema de la fuerza inversamente proporcional al cuadrado de la distancia y que supuso el hito de la “Ley de la gravitación universal”. Un hito científico al que tanto le debí a las leyes planetarias de Johannes Kepler y de las aportaciones de mi colega Robert Hooke, sin olvidar a mi amigo Edmundo Halley que tanto empeño puso en la premura de darlo a conocer, urbi et orbi, dentro de mi publicación de: Philosophiae naturalis principia mathematica, 1687.

Publicación donde expuse la formulación de Ley de la Gravitación Universal, que unida a mis otras tres leyes de movimiento describía con precisión, entre otras muchas cosas: la trayectoria de nuestra Luna, la de los planetas, la trayectoria de un cometa o una bala y con la cual se explicaba perfectamente el ciclo de las mareas, atraídas y encogidas -pleamar y bajamar- por la influencia gravitatoria conjunta Luna-Sol. 



Yo, Isaac Newton (1643-1727) viví y crecí inmerso en un contexto histórico donde todavía resultaba difícil separar la creencia religiosa del propio conocimiento basado en la experimentación empírica y el método crítico.  

Hoy, en vuestro actual siglo XXI, la vasta amplitud del conocimiento científico para el avance y el progreso de la ciencia –siempre bajo esa humilde consideración de provisionalidad- y siempre asentado sobre el rigor del método científico, la evidencia experimental, la estadística y el sometimiento al libre examen; todo ello ha supuesto el mayor logro y orgullo de nuestra especie humana. De ahí, que el conocimiento y las nuevas disciplinas científicas obtuviesen ya antaño -desde la clásica cultura jónica y la Escuela de Atenas- obtuviesen el estatus de valor académico. Ensanchar el conocimiento y la docencia divulgativa por transmitirlo.

Por el contrario, hoy, con la lejanía del tiempo y desde mi descanso en mi “noche más larga” en la fría abadía de Westminster (UK), comprendo y entiendo que la seudo-disciplina teológica y el adoctrinamiento confesional no pueden poseer estatus de cómputo académico por ser entelequias meramente especulativas, asentadas únicamente en la pura creencia, la fe y la imposición de dogmas. Reconozco que las religiones y sus teologías están y estarán siempre exoneradas de toda razón, pues sólo pertenecen al terreno de la Fe.

Conocida fue mi grotesca y paradójica situación para con mi propio galimatías teológico del “Misterio de la Santísima Trinidad”, donde mi posicionamiento ideológico desde muy joven siempre fue arrianista anti-Trinitario (arrianismo), ello me llevó durante mi licenciatura universitaria a muchas burlas y dejaciones, ya que para más inri cursaba en el Trinity College (Universidad de Cambridge). Tuve que ir a Londres para pedirle al mismísimo rey Carlos II, mi futuro mecenas, el dispenso real de dogmas y órdenes sagradas, solicitud que me fue concedida y con lo que pude terminar y obtener mi licenciatura en matemáticas. Nuestro rey Carlos II era un antipuritano y fue un gran promotor de las artes y las ciencias, mentor de la academia Royal Society (La Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural).

A pesar de todos estos, mis recuerdos, me entristece que en vuestra unitaria y moderna Europa del s.XXI, os debe resultar difícil entender que todavía haya en vuestros sistemas educativos actuales –como en los ciclos de enseñanza Primaria/ESO/Bachiller de la Ley Orgánica educativa española LOMCE (8/2013) donde se imparta y se le otorgue a la asignatura de religión confesional católica el estatus de cómputo evaluable académico. Donde una asignatura de proselitismo religioso confesional ostenta el mismo valor académico evaluable que las matemáticas u otras ciencias del conocimiento. En vuestra mentalidad del s.XXI os debe suponer todo un anacronismo y una barbarie medieval, fruto aún de la rancia imposición política del fanatismo religioso, desde esa interesada pretensión de confundir la Fe religiosa con el conocimiento.

Una vez más, la historia muestra, que toda religión o credo monoteísta se resiste a perder cuota de poder y de influencia». 

 (El propio título del trabajo y este extenso entrecomillado pseudoepigráfico es una idealizada confesión póstuma del propio Isaac Newton, una licencia libre tomada por este autor). 

 

Ley LOMCE, esa flagrante confusión entre la creencia y el conocimiento

 



Un sistema educativo, dentro de la OCDE, no debe permitir que una asignatura de religión confesional obtenga el mismo estatus académico que las asignaturas troncales de bachiller/ESO. La condición de credo confesional no debe otorgar ninguna ventaja académica con la cual redimir cursos y engorda nota media computable. Un sistema educativo no debe tolerar alumnos “salvados” (ayudados) por su creencia. Todo sistema educativo ha de quedar desligado de cualquier ideologización, más cuando la creencia religiosa está exonerada de la razón y el conocimiento.

Adoctrinar no es impartir conocimientos, es influir en la conciencia y la moralidad del alumnado. La fe religiosa es una actitud de compromiso hacia una determinada doctrina e inmersa en una parte muy subjetiva de la persona -la espiritualidad-, un estado muy ajeno a la objetividad del conocimiento y la razón. La creencia religiosa sólo está sujeta a la conciencia y la convicción personal, por ello, todo credo confesional ha de quedar excluido del currículo académico evaluable. La fe pertenece al plano personal, privativo, familiar y eclesial. Exponer en el aula el «misterio de la Santísima Trinidad» jamás puede ser conocimiento académico evaluable por ser una entelequia idealizada desde la fe y amparada por el dogma. ¿Por qué la subjetividad de “creer” ha de ostentar el mismo mérito académico que la objetividad del conocimiento de las matemáticas, la química, la termodinámica y la música?. Puestos a ensalzar y evaluar las creencias, impartamos en las aulas la astrología, ese supuesto de “predestinación astrológica” determinado por el posicionamiento de los astros.

Esta privilegiada concesión de la ley educativa LOMCE (8/2013, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) -ley actualmente en vigor- tan condescendiente con la asignatura de Religión católica, nos ha retrotraído a la Europa del Medievo: «La fe por encima de la razón». Donde el alumnado se ve seducido a escoger las bondades de esta asignatura “maría” por el hecho de: aprobarse sólo con la asistencia, de poquísimas horas lectivas y por su facilidad en lograr excelente nota con la cual amañar el curso y engordar la nota media de corte de acceso universitario (PAU). Pervertimos al alumnado y al propio sistema educativo, y una religión convertida en el mercadeo más rentista.

El teorema de Pitágoras, las ecuaciones electromagnéticas de Maxwell, e incluso cualquier partitura sinfónica, son bellas expresiones del conocimiento humano. Pues tanto la proposición de un teorema matemático como el lenguaje de una partitura musical poseen una interpretación única, concluyente y universal. Cosa muy distinta es la teología, donde sus dictámenes teologales evidencian mucha anfibología, donde un mismo versículo bíblico admite juicios muy contradictorios según qué credo judeocristiano lo interprete (judío, protestante, anglicano, católico, Testigos, evangelistas). Las confesiones monoteístas y sus teologías no son conocimiento al uso, son una disciplina que -únicamente- está sujeta a la subjetividad de la fe y al dogma impuesto. Las religiones y sus teologías sólo sobreviven en el campo de la fe, no poseen rango de categoría académica.

 

Las teologías y el conocimiento son conceptos antagónicos


Los postulados teológicos y dogmáticos están fuera del razonamiento histórico-crítico; la única motivación de la teología es salvaguardar y perpetuar el adoctrinamiento confesional de su propia religión (catolicismo, anglicanismo, islamismo, judaísmo). La teología sólo está sustentada por la fe y sus dogmas. El verificar y testimoniar citas extrabíblicas (Tácito, Flavio Josefo, …) que acrediten que existió el personaje histórico de Jesús de Nazaret -desde una exégesis histórico crítica-, esto sí es buscar el conocimiento.

Por contra, el pretender avalar y adoctrinar que el Jesús histórico resucitó «…, en cuerpo y alma» después de ser crucificado, tal hecho mítico y legendario sólo pertenece a la teología y la Fe, disciplinas exoneradas del razonamiento y la academicidad.  

Un teólogo puede permitirse el lujo de plantear elucubraciones como: ¿Qué aforo tiene el Purgatorio?? o elucubrar sobre la angeolología de  ¿Cuál es el sexo de los ángeles, serafines y querubines?. Esto se resume muy bien con un viejo chiste académico: «¿En qué se diferencia un teólogo de un físico teórico?. En que el teólogo trabaja con un lápiz y un papel, y el físico teórico trabaja con un lápiz, un papel y una papelera».

A ningún alumno se le obliga a que comulgue con las tesis de Bertrand Russell y de Nietzsche, ni con los postulados ateístas «no creacionistas» de Stephen Hawking y de biólogo Richard Dawkins, pero tales teorías resultan tangibles y contrastables, dentro de un marco de hechos probados y predictivos, pues son razonamientos exentos de adoctrinaje y que se mueven en lo observacional y experimental, son fruto de nuestro pensamiento evolutivo y, nos gusten o no, son postulados teóricos a impartir y evaluar en las aulas. Cosa muy distinta son los credos y sus teologías que conllevan un adoctrinamiento, cuyas nociones son intangibles, incontrastables y que no admiten experimentación y exentas de predicción. Famosas fueron las banales conjeturas de la teología romana, desde pretender conocer el sexo de los ángeles hasta el cálculo del aforo físico (de almas) del purgatorio. Unas resoluciones teológicas sustentadas sobre suposiciones y especulaciones, terrenos muy ajenos a la noción del conocimiento. No recuerdo qué filósofo expresó: «Al final, la teología no es más que un apilamiento de suposiciones y entelequias apuntalado por convenidos dogmas». ¿Te imaginas una ciencia gobernada por el dogma y no sometida al método crítico y al libre examen?.

Todo un despropósito en el s. XXI, pues resulta paradójico que el Parlamento Europeo promueva iniciativas para combatir el fanatismo religioso (Documentos: serie La Europa de los ciudadanos), mientras nuestro sistema educativo español encumbre y pontifica la asignatura de Religión católica como conocimiento académico evaluable y computable.

El conocimiento científico, al igual que la historicidad, avanzan gracias a su permanente exposición al libre examen y a la revisión “por pares” que le confiere la cualidad del rigor concluyente, lo que hoy llamamos el método científico. Sin embargo las creencias religiosas, sus teologías y sus revelaciones, sólo caben ser asimiladas desde la fe, campo exento a la razón, ya que no son conocimiento contrastable ni falsable. Los credos no entran al laboratorio, sus dogmas rehúyen el debate y las preguntas incomodas. Pretender homologar la creencia religiosa como conocimiento académico evaluable es todo un radicalismo.

Los antagónicos terrenos de la razón y la Fe; de la ciencia y la creencia, son espacios de difícil cohabitación conceptual. 

Tal concesión legislativa española, para preeminencia y hegemonía de un exclusivo credo, viola la aconfesionalidad del Estado español. En la ley orgánica educativa LOMCE, la asignatura de confesión católica quedó blindada como oferta obligatoria para todos los centros de Primaria/ESO/Bachiller, sí o sí, todo centro ha de ofertarla y evaluarla. Obteniendo una clara ventaja sobre sus dos posibles optativas "Valores éticos" y "Segunda lengua extranjera". Y, sobre todo, sin ninguna competencia de las otras religiones cristianas de raigambre europea que también se profesan en nuestro país, mostrando, así, su arrogante posición dominante y de privilegio.

 

TENTATIVAS DEL INTRUSISMO TEOLÓGICO EN LA DOCENCIA

Desde la ideología del Creacionismo, el determinismo divino y del llamado supuesto Diseño Inteligente divino, pretendiendo que tales postulados fuesen impartidos como conocimiento académico.

Como principio, la disciplina de toda teología confesional proselitista está fuera de toda academicidad, por estar únicamente sustentada por la propia Fe, la creencia y sus inamovibles dogmas. La pretenciosa ideología monoteísta judeo-cristianas siempre lo intentó todo con el propósito de que se le otorgase rango de conocimiento académico. A comienzos del s. XIX el intrusismo religioso fundamentalista llegó a proponer la seudo hipótesis del Diseño Inteligente (divino) -una variante asociada al Creacionismo-. En 1802, el teólogo británico William Paley, en su libro Teología Natural, fue su mentor, con su argumento teleológico de la analogía del relojero, un silogismo o subterfugio con el propósito de introducir la imprescindible “mano” del gran Diseñador divino. 

Para desmitificar y desmentir el supuesto Diseño Inteligente (divino) bien cabe esta proposición, inmersos en la actual pandemia mundial:

Una inerte y compleja molécula viral de transmisión ingrávida por aerosoles perteneciente a los coronavirus, bautizada con el acrónimo COVID-19, virus que dispone en su envoltura lipídica de una especifica llave o espícula proteica tremendamente efectiva para “engañar” e introducirse en la célula, cuyo virus en su cápside interior alberga una corta tira monocatenaria de ARN donde almacena la información genómica de sus bases patógenas y su disposición de alta transmisibilidad, con el propósito de que este ARN vírico sea replicado por la célula huésped. Tal ingrávido y volátil patógeno vírico COVID-19 que, de alguna manera, ha mostrado el propósito de perpetuarse, mutar y evolucionar con diversidad de cepas y expandirse como pandemia planetaria, infectando letalmente a la especie dominante, esa especie “elegida” supuestamente por los dioses. Entonces, cabría también establecer la premisa y atribución teleológica de que este coronavirus SARS CoV-2, bien armado y diseñado, es también un producto de Diseño Inteligente divino.

 ¿Ha necesitado este patógeno COVID-19 un relojero divino que lo arme y lo diseñe?. ¡¡Por supuesto que no!!.

El ingrávido patógeno SARS CoV-2 es producto de los saltos de la zoonosis, la evolución natural y la propia selección natural en sus sucesivas mutaciones, no existen los diseños divinos ni satánicos. 

Las religiones judeo-cristianas siempre han intentado validar como conocimiento la intervención divina en el diseño del propio universo, la naturaleza y el surgimiento de la especie humana, bajo los eufemismos tan pretenciosos como intencionados del "Diseño Inteligente" y la "complejidad irreducible" (Michael J. Behe), todo meras elucubraciones teológicas.

Las creencias religiosas, místicas, la fe espiritual, son actitudes personales, y que no pertenecen al campo del conocimiento y la razón, y no se les debe otorgar valor académico.

 

Se siente mucha vergüenza ajena el ver a los prelados católicos más preocupados por la supremacía de su credo que por dignificar la fe. Las injerencias del lobby católico presionando al legislador a que legisle en favor de una determinada doctrina confesional responde, únicamente, al fanatismo por restituir y perpetuar su poder de influencia. Me pregunto por qué los prelados de la CEE (Conferencia Episcopal Española) -grandes valedores de la familia- nunca se han posicionado con el mismo afán en la defensa de una nueva ley hipotecaria que proteja de los desahucios a las familias más vulnerables. Ni siquiera abrieron la boca a favor de establecer una renta o Ingreso Mínimo Vital, que garantice la dignidad y la inclusión de las personas más paupérrimas. Por qué los prelados católicos no ponen el grito en el cielo contra las cláusulas abusivas bancarias y su praxis de la usura, por qué nunca han defendido una ley que palie la pobreza energética en los hogares.

El autor es miembro de la Agrupacióm Astronómica de la Safor, Gandía (Valencia)